En diálogo con Rodrigo Villarreal y Sergio Ferreira de ATP, el periodista deportivo Gabriel Maldonado ofreció un análisis crudo y necesario sobre la situación que atraviesa Rosario tras el asesinato de Andrés «Pillín» Bracamonte, histórico referente de la barra de Rosario Central, junto con otro líder de la facción.
«El termómetro marca una tensa calma», describió Maldonado, aludiendo a la sensación generalizada en la ciudad de que una venganza podría estar cerca. Este clima enrarecido refleja el impacto de la violencia en un contexto donde las hinchadas y sus referentes no son meros actores de las gradas, sino figuras con influencia en la ciudad y sus dinámicas de poder.
Pillín, como lo conocen, marcó un antes y un después en la hinchada de Central. Según Maldonado, su influencia iba más allá del estadio: desde asegurar el acceso a los hinchas sin recursos hasta mediar en situaciones de conflicto. «Pacificador dentro y fuera de la cancha», afirmó, dejando claro el respeto que despertaba entre muchos seguidores. La noticia de su muerte no solo corrió rápido, sino que dejó una huella visible, mostrando el peso de su figura en la cultura futbolística de la ciudad.
Luces apagadas, señales de alerta
Un dato llamativo que compartió Maldonado fue que días antes del asesinato las luces de la zona cercana al estadio estaban apagadas. Esto, sumado a la información de que el ataque fue meticulosamente planeado, hace evidente una posible falla de seguridad o, al menos, una preparación que inquieta por su precisión.
El asesinato de Bracamonte no se trata, según Maldonado, de una interna de la barra, sino de algo más profundo. Conexiones con organizaciones delictivas como Los Monos revelan un entramado de poder que va más allá del deporte y que podría traer mayores complicaciones para el club y la ciudad.
Preocupación dirigencial y riesgos futuros
Los dirigentes de Central, encabezados por Gonzalo Belloso, temen que facciones delictivas tomen el control de la barra, como ocurrió con Newell’s. Ante esta situación, el próximo partido como local ya se perfila como un desafío de seguridad, una muestra de que la violencia aún late y amenaza con desbordarse.
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